Peter Lindbergh
Hoy desde La Infame queremos traeros al grande, al único, al inimitable… ¡¡Peter Lindbergh!! cómo te echamos de menos, genio!
Peter Brodbeck (su verdadero nombre, pero se lo cambió porque coincidía con el de otro fotógrafo) nació en Polonia y fue en su juventud un hippie que viajaba haciendo auto-stop.
Aprendió inglés confraternizando con los mochileros norteamericanos, con los que compartía aventuras cotidianamente. Su primer vínculo con el arte fue a través de la pintura.
A los dieciocho años se fue a Suiza donde tras permanecer diez meses se mudó de Lucerna a Berlín. Allí recibió clases nocturnas en la Academia de Arte. Siguiendo los pasos de su modelo Vincent van Gogh, hizo autostop a Arlés.
Después de varios meses en Arlés, viajó por España y Marruecos, durante dos años, para luego regresar nuevamente a Alemania.
Su aproximación a la fotografía tardó: se sintió tentado a hacer fotos a los veintisiete años. Se convirtió rápidamente en el asistente de un fotógrafo célebre, Hans Lux. No pasó por escuelas de fotografía: fue directamente a los hechos.
Su propia carrera la empezó haciendo fotos para pequeñas boutiques de vanguardia en Düsseldorf, la ciudad en la que eligió instalarse. Sólo cinco años más tarde ya era el fotógrafo mejor pagado de toda Alemania. Tras haber hecho portadas para Stern, el director artístico de Marie Claire lo llevó a París. Allí terminó de despegar. “Me mudé a París en 1978, y desde entonces todo ha sucedido como en un dominó.”
Lindbergh será recordado por ser el descubridor de las top models de los noventa tras retratarlas a todas juntas en la portada de la edición británica de Vogue en enero de 1990. La directora de la publicación, Liz Tilberis, le pidió que imaginara cómo sería la década que empezaba.
Peter Lindbergh hace de la fotografía de moda, la antimoda. Un estilo particular, donde la esencia de la modelo, la actriz, el personaje en definitiva, es quien captura al objetivo con una imagen real, lejana del glamour acostumbrado, y que ahora muestra el libro «Shadows on the wall».
Habitual retratista de las revistas de moda más importantes del mundo, Lindbergh no entiende la fotografía como un vehículo para vender ropa, «para mí es algo que habla del espíritu, de la mujer», explicaba a Efe durante una de sus exposiciones en Rotterdam.
Cuando Lindbergh fotografía, su intención viaja más allá de lo puramente estético y se concentra en el alma de la mujer que posa, para atraparla, para que confiese sus más íntimos pensamientos, una desnudez a la que no se da un «no» por respuesta, en sesiones sin apenas maquillaje, vestidas con sencillas prendas, donde el blanco y negro son los reyes.
Lindbergh ha trabajado para revistas como Vogue o Harper’s Bazaar, marcas como Gucci, Dior o Armani y modelos como Naomi Campbell, Cindy Crawford, Kate Moss incluso Rosalía, a quien retrato en uno de sus últimos trabajos para la portada de julio del número de Vogue España.
Fue fotógrafo del calendario Pirelli en tres ocasiones, la última en 2017, cuando decidió mostrar una imagen de la mujer para nada sexualizada. Reclutó a 12 mujeres de distintos ámbitos profesionales y las mostró tal cual eran con una sola camiseta blanca.
Gracias a artistas visionarios como Lindbergh, que ven más allá de lo preestablecido, la sociedad avanza. Él siempre fue un visionario y ya en los 90 adelantaba realidades que hoy en día, seguimos sin ver en el mundo de la fotografía, como era el captar la esencia de la modelo, su belleza y expresión interior, no una armadura maquillada e irreal.
Murió en 2019 y dejó un vacío tremendo en todos los fotógrafos del mundo. Peter era de esas personas que sabían cambiar las cosas, sin miedo, y lo hizo ¡vaya si lo hizo!